De pronto, un día, tu coche comienza a hacer un ruidito y el temor a que te esté esperando una factura a la vuelta de la esquina se fija en tu cabeza. Es evidente que con el paso de los años y los kilómetros tu vehículo va a desarrollar determinados ruidos, que en el sector se le conocen como “grillos”. Saber identificar lo que está pasando y ponerle nombre a esos ruidos puede significar la diferencia entre coger la avería a tiempo o que el problema se complique. No todos los grillos son el preámbulo de una visita al taller.
Es normal que aparezcan ruidos en lugares como las puertas o en el salpicadero, o en algunas zonas del habitáculo interior, fruto del desgaste. Se trata del efecto de los años sobre los ajustes, y al estar en la zona interior se vuelven persistentes y molestos. Pero es cierto que la mayoría de las veces se quedan en eso, pues no suponen un riesgo para la conducción o alertan de un mal funcionamiento del motor. Solo son achaques.
Pero hay otros sonidos que sí deben preocuparte. Hay que saber diferenciarlos de cualquier otro ruido del motor y estudiar su cadencia, procedencia y tono, de cara a que el mecánico sepa de qué le estamos hablando. No es lo mismo un sonido que se produce cuando el coche está recién arrancado que uno que salte a alta velocidad o cuando el coche ya está caliente.
Si oímos un golpeteo en el motor que antes no existía, lo mejor es que apaguemos el motor y recurramos a una grúa que lo lleve al taller, puede ser peligroso si es que una biela que se ha aflojado y golpea en el cigüeñal. Es una reparación que nos va a doler en el bolsillo, pero peor será si continuamos usando el automóvil y se sale del sitio y acaba rompiendo el bloque del motor. Eso ya son palabras mayores.
Los frenos son una causa de chirridos que no debemos dejar pasar ya que frente al usual sonido debido a suciedad acumulada o falta de engrase, hay otros ruidos que deben alarmarnos. Por ejemplo, un sonido agudo al frenar, continuo o intermitente puede indicar un desgaste agudo de las pastillas de freno. Es producido por una chapa metálica que el fabricante instala en la pastilla para que sirva como chivato. Es el momento de cambiar las pastillas lo antes posible para que no se dañen los discos de freno o incluso otros elementos de este engranaje.
Si percibimos un chillido agudo al acelerar debemos fijarnos en la correa que mueve los auxiliares: alternador, bomba de agua, compresor del aire acondicionado… Puede que esté patinando sobre las poleas y haya que cambiarla o darle un poco más de tensión, e incluso puede que los rodamientos de las poleas, el tensor o algún auxiliar está algo agarrotado.
Girar el volante y percibir un clac-clac-clac no es buena señal. Puede que una junta homocinética de la transmisión esté gastada, con rotura del fuelle de goma que la cubre pérdida de engrase. No esperemos a que la situación se agrave.
Por último, todavía hay coches antiguos funcionando con direcciones hidráulicas y en éstos, si aparece un gruñido al girar la dirección puede deberse a un nivel de líquido bajo, que hace que en la bomba hidráulica entre aire, formando burbuja. El mecánico deberá revisar los niveles y evitar que acabe rompiéndose la bomba hidráulica.
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